135 años con una estrella de tres puntas

Una historia conocida, narrada de un modo que quizá desconocías.
Por: Julián Afonso Luis @JAL69 (Twitter)
Uno de los emblemas automovilísticos más conocidos es la estrella de tres puntas de Mercedes-Benz, pero no muchos saben qué significa. Tampoco lo sabían los hijos, ni los colaboradores de Gottlieb Daimler, cuando este puso el punto y final a una serie de conversaciones en las que no se llegaba a un acuerdo sobre cuál sería el mejor emblema para la empresa.
Entonces el patriarca dibujó la estrella y alguien sugirió que debía tener más puntas. La respuesta de Daimler fue “no es solo una estrella, pues acá están los tres elementos universales; aire, tierra y agua. Y en todos ellos estará nuestra empresa”.
Para cuando Gottlieb Daimler creó la estrella de tres puntas ya su empresa estaba en marcha y él llevaba mucho tiempo experimentando con motores de combustión interna. Lo describían como un hombre tan persistente que podía llegar a ser testarudo y justamente esas cualidades le permitieron alcanzar el éxito en la tarea de crear un motor de explosión capaz de mover con soltura un carruaje.
La testarudez, por el contrario, no era una cualidad de Karl Benz, quien era estudioso y aplicado, pero mucho menos extrovertido que Gottlieb Daimler. Acá vale la pena recordar aquel viejo adagio que reza que tras todo gran hombre hay una gran mujer y eso nos lleva directamente a su esposa, Bertha.
Detrás de un gran hombre…
La historia siempre otorga gran importancia a Gottlieb Daimler y a Karl Benz, pero todo habría sido muy diferente sin Bertha. Fue ella quien vio el potencial técnico y comercial que tenían los estudios de su esposo en torno a los motores de combustión interna y a la automoción. Precisamente, esta mujer fue quien sacó adelante el emprendimiento y acudió a su familia para que les ayudaran a financiar los experimentos de Karl.
La familia de Bertha no mostró mucho interés en las ideas de Karl y, en consecuencia, no tenía mucha fe en ellos. Pero todo cambió después que Karl Benz logró patentar en Alemania un pequeño triciclo y su compacto motor de un cilindro.
Bertha Benz quedó deslumbrada con aquello y apoyó a su esposo cuando este quiso desistir de la idea de fabricar su proyecto en serie, al no conseguir un socio capitalista o industrial.
Cuando Karl Benz estaba casi convencido de que no podría salir adelante con su deseo de producir en serie su triciclo, su esposa hizo algo trascendente: un día se levantó muy temprano, despertó a sus hijos y tomó el tercer triciclo construido por su esposo.
Su intención no era dar un simple paseo, como creyó Karl cuando no los encontró en casa. La sorpresa del ingeniero fue mayúscula cuando, al final de aquella jornada, recibió una llamada telefónica de Bertha, quien estaba en casa de sus padres ¡había llegado allá conduciendo el triciclo!
En este punto será fácil inferir cuál fue la intención de Bertha Benz al presentarse en casa de sus padres manejando el triciclo motorizado creado por su esposo. No era un simple acto de alarde y, obviamente, tampoco se trataba de un paseo. Aquella excursión acabó siendo trascendental para el futuro del automóvil, porque a partir de allí la familia de Bertha Benz se convenció de que valdría la pena apoyar financieramente los proyectos de Karl.

Resulta fascinante saber la gran casualidad en torno al nacimiento del automóvil. Karl Benz, por un lado, y Gottlieb Daimler, por otro, trabajaban cada uno por su cuenta en un proyecto de motor de combustión interna. Ambos habían llegado más o menos a las mismas conclusiones y tuvieron definidos sus proyectos casi en forma simultánea.
Cuando Benz y Daimler estuvieron listos con la etapa de experimentación y con la idea de fabricar un prototipo funcional de aquella idea, decidieron patentarla. No fue un proceso rápido, ni fácil, pero ambos obtuvieron la patente más o menos al mismo tiempo. El primero en conseguirlo fue Benz, quien el 29 de enero de 1886 tramitó ante la Oficinas de Patentes en Mannheim, Alemania, el registro inicial y luego tuvo que realizar numerosos procesos comprobatorios hasta que esa misma oficina completó la solicitud en noviembre del mismo año.
Por su parte, Gottlieb Daimler no tenía un interés directo en el automóvil, sino en el motor de combustión interna y en este sentido sus investigaciones precedieron a las de Karl Benz.
Daimler patentó un motor de combustión el 3 de abril de 1885. Luego entendió que, para demostrar la valía de este trabajo, debía hacerlo funcionar y eligió instalarlo en una serie de vehículos; el primero fue una motocicleta (la cual debemos reseñar como la primera de la historia) y luego instaló ese mismo propulsor en un automóvil (en 1886), en una embarcación (en 1887) y en un aeroplano (en 1888), pero este no llegó a volar.
Cuestión de perspectiva
Además de testarudo, Daimler era muy reservado con su trabajo, por lo que siempre fue muy celoso de sus investigaciones. Cuando realizó la primera travesía a bordo de su barco motorizado, en 1887, cubrió el motor con una caja metálica para mantenerlo oculto de miradas indiscretas.
Luego de crear la primera motocicleta de la historia, Gottlieb decidió comprar un carruaje abierto, pero no adquirió caballos. Además, la entrega del vehículo se hizo con total reserva para que nadie supiera nada al respecto; a quienes preguntaron, les respondió que era una sorpresa de cumpleaños para su esposa. En realidad, quería montarle un motor.
Hoy todavía existe cierta controversia a la hora de establecer quién fue el padre del automóvil. Ello se debe a las diferencias existentes entre los proyectos patentados por Benz y Daimler.
Si entendemos como automóvil el concepto cartesiano de “vehículo que se mueve por sí mismo”, el merecedor del título de paternidad sería Benz, por haber tramitado su patente unos meses antes que Daimler. Sin embargo (aquí yace la controversia), el vehículo patentado por Karl Benz fue un triciclo y, como todos aceptamos universalmente que un automóvil tiene cuatro puntos de apoyo, entonces se debería reconocer que el primer vehículo de cuatro ruedas de la historia fue justamente la carreta para caballos a la cual Gottlieb Daimler instaló en su garaje su motor monocilíndrico y que patentó el 11 de agosto de 1886.
Más interesante que las controversias sobre quién fue el padre del automóvil es constatar las ironías de la vida: Karl Benz y Gottlieb Daimler vivían y trabajaban separados por apenas 120 kilómetros; sin embargo, no tenían idea del trabajo del otro hasta que se enteraron a través de la prensa. Por cierto, Gottlieb Daimler y Karl Benz nunca se conocieron.
Una chica llamada Mercedes

Luego que Karl Benz consiguió patentar su triciclo en 1886 y mostrarlo públicamente en el centro de Mannheim, perdió las esperanzas de encontrar un socio. Fue entonces cuando su esposa Bertha decidió tomar el toro por los cuernos (o sería mejor decir que tomó ‘el auto por el volante’) y se presentó con triciclo y todo en casa de sus padres para motivarlos a financiar aquel proyecto.
El famoso viaje en triciclo de Bertha Benz se realizó a inicios de agosto de 1888. Ella lo hizo en compañía de sus hijos adolescentes, Eugene y Richard, con quienes viajó desde Mannheim hasta Pforzheim, donde vivían sus padres; un trayecto de más o menos un centenar de kilómetros.
El viaje inició en la mañana y terminó en la tarde sin mayor novedad, más allá que tuvo que comprar combustible a mitad de camino en una farmacia y reparar una pequeña avería que surgió en la vía, para lo cual Bertha habría usado una pinza de cabello.
La hazaña de Bertha Benz pasó a los anales de la historia automotriz y desde hace ya varios años es normal que durante el primer fin de semana de agosto se reúnan varios automovilistas a realizar “la ruta de Bertha” de ida y vuelta, en un trayecto que en la actualidad mide 194 kilómetros y en el que la propia Daimler-Benz participa con entusiasmo, a veces incluso desempolvando ese mismo tercer triciclo que hizo ese viaje en 1888.
Parte del logro de aquel viaje fue demostrar a los padres de Bertha Benz que el invento funcionaba y otro objetivo era corroborar que el invento era fiable; de hecho, tan fiable resultó aquel triciclo que todavía existe ¡133 años después!
Luego que Bertha Benz consiguió el financiamiento familiar, su esposo creó una empresa y fabricó unos 25 triciclos motorizados. En forma paralela, Gottlieb Daimler había logrado perfeccionar su motor y por ello pudo montarlo en vehículos mucho más pesados y, por ende, más complejos que los fabricados por Karl Benz.
Sueño que se vuelve negocio
Para 1900, Gottlieb Daimler demostró no solo ser un persistente ingeniero, sino un persuasivo vendedor de autos y de ideas. Entre sus varios clientes había un acaudalado empresario, Emil Jellinek, quien se mostró fascinado por las creaciones de Daimler y de su socio Wilhelm Maybach, a quien pidió crear un auto muy especial y colocarle el nombre de su hija adolescente, Mercedes.
Daimler concretó el acuerdo con Jellinek y llegó a supervisar el proyecto iniciado por su socio Maybach; sin embargo, un infarto prematuro y fulminante le impidió ver el resultado de aquel negocio: el Mercedes 35CV, un depurado auto deportivo del que se hicieron 36 unidades y que permitió a Jellinek llevar a un nivel superior su afición por los automóviles y las carreras.
Daimler contó con la inseparable ayuda de Maybach, quien siguió al frente de la empresa tras la muerte del ingeniero. Acá se registró otra curiosa paradoja, pues Maybach abandonó la empresa Daimler en 1907 y poco tiempo después fue contratado por Benz, quien para entonces era un solvente fabricante de automóviles.
Con el tiempo, las empresas Benz y Daimler comenzaron a acercarse con el fin de desarrollar proyectos en común que permitieran reducir costos. Esta colaboración se fortaleció durante la década de 1920 y acabó convirtiéndose en una fusión de ambas empresas, Daimler y Benz, de la cual surgió Mercedes-Benz en 1926.
Curiosamente, del mismo modo en que nunca Gottlieb Daimler conoció a Karl Benz, tampoco éste vio cómo su empresa se fusionaba con la de su colega, pues falleció en 1925. Acá el nudo de unión es el de Wilhelm Maybach, quien sí conoció a ambos innovadores y trabajó con ellos durante diferentes etapas de su vida. Por ello el nombre Maybach tiene tanto significado en la historia de Daimler Benz y de todas sus empresas subsidiarias.
El orgullo alemán
Tras el nacimiento oficial de Mercedes-Benz como marca fabricante de vehículos de alta calidad y con Daimler-Benz AG como la razón social bajo la cual operaba toda la actividad industrial, el crecimiento de esta iniciativa en lo técnico, lo comercial y lo industrial se convirtió de inmediato en un verdadero símbolo de Alemania.
Un símbolo que llenó de orgullo al país entero, pues incluso en las peores épocas económicas y sociales, la marca Mercedes-Benz siempre dio a los alemanes motivos para reforzar su autoestima y alto sentido del nacionalismo.
Los Mercedes-Benz fueron los autos que llenaron de prestigio a la Alemania del período entre guerra durante las carreras Grand Prix. Y en las carreras nació la leyenda de las silberpfeile o “las flechas de plata”. Ocurrió en 1925, en la víspera de una importante competencia, en la cual Alfred Neubauer, Director Deportivo de Mercedes-Benz, presentó con orgullo un imponente escuadrón de máquinas pintadas de blanco, como ordenaba la normativa deportiva en esos tiempos, cuando el color identificaba al país.

Sin embargo, en las verificaciones técnicas, los comisarios encontraron que los carros pesaban un kilo más de lo permitido por el reglamento técnico, así que Neubauer pidió a los mecánicos lijar toda la pintura blanca de los autos, para que estos se presentaran al pesaje al día siguiente luciendo el crudo metal plateado. Los autos fueron aceptados para competir y ganaron, tras lo cual Mercedes-Benz adoptó el color gris, al tiempo que la prensa bautizaba aquellos autos como “las flechas de plata”.
Autos famosos sin importar la época
Siempre será más fácil apreciar la gran historia de Mercedes-Benz a través de los muchos automóviles impresionantes que esta empresa ha fabricado. Hemos mencionado el famoso Mercedes 35CV y también podemos mencionar los gigantescos autos con compresor diseñados a finales de los años 20, comenzando con los SSK y SSKL, que se lucieron en las carreras, y prosiguiendo con los identificados con las letras K, especialmente los 500K y 540K, que fueron los autos favoritos de la Alemania de Hitler, al punto que Der Fuhrer se hizo construir una unidad especial para él de tipo 500K y hacia 1936 solicitó construir un impresionante roadster 540K de color dorado para Eva Braun, su amante. Eran los autos que todos admiraban, pero que solo unos pocos podían tener.
Las carreras de la segunda preguerra están llenas de ejemplos de brillantes “flechas plateadas” que, del mismo modo en que se lucieron en las pistas, también inspiraron diseños impresionantes para los autos de serie y que se vendieron con los emblemas de Mercedes-Benz y Maybach.
Pese a su cercanía con el nazismo, Mercedes-Benz no perdió ni un ápice del respeto que le tenían los alemanes y los automovilistas del mundo, cuando el final de la II Guerra Mundial también marcó el final de Hitler y de los nazis. Para entonces, los rigores de la posguerra afectaron a la empresa de Stuttgart, tanto como a todas las empresas de Alemania y el resto de Europa, pero ya en 1952 los alemanes estaban retomando la tradición de crear autos impresionantes, a la vez que decretaban su regreso a las carreras.
Modelos de éxito
La sigla mágica de la posguerra fue el número 300. Con él se identificó a un nuevo auto de lujo que equipaba un sólido motor de seis cilindros, que se instaló también en un cupé deportivo con bastidor tubular y que se denominó 300SL.
El armazón de tubos que configuraba la estructura de este carro impidió usar puertas de tipo normal, abisagradas al frente, por lo que los ingenieros recurrieron al recurso de abisagrarlas en el techo. El carro se hizo legendario en las carreras y marcó un hito en la producción de autos en serie, siendo entre otras cosas el primero en proponer la inyección de combustible.
El 300SL (las siglas traducen Sport Leicht, o “deportivo ligero”) prefiguró una exitosa serie de autos deportivos para el tiempo libre que se mantiene hasta hoy. El sedán 300, por su parte, dio paso a un modelo más moderno en 1960 que prefiguró lo que a partir de entonces se conocerá como S-Klasse o “Clase S”. Luego la clase 170 / 220, creada en la inmediata posguerra, dio vida en los años 60 a un carro de clase media que se convirtió en el símbolo por excelencia de los profesionales.

El camino hacia la diversificación se aceleró en 1982, cuando el mundo entero aplaudió a un nuevo Mercedes-Benz más pequeño y dinámico, llamado el “Baby Benz” o “el bebé Mercedes”. Fue el Clase C original, denominado 190 (aunque hubo una versión con motor más pequeño y de menor difusión llamada 170). Era un carro pequeño, pero no barato y sin embargo fue un éxito.
La expansión de gamas y visiones de producto dio un nuevo giro en 1997, cuando Mercedes-Benz se introdujo en el mercado de los monocuerpos con un carro realmente revolucionario, el Clase A. Un vehículo que se armó en muchos lugares diferentes, incluyendo Brasil.
Más o menos al mismo tiempo que apareció el Clase A, Mercedes-Benz presentó un coqueto ejercicio de reducción de tamaño del SL, al cual denominó SLK. Una sigla en la cual la K significaba kleine o pequeño. Había una versión equipada con un compresor (palabra que en alemán también comienza con K) para elevar la potencia y todos tenían un techo metálico retráctil que ofrecía a los usuarios la posibilidad de tener un roadster convertible o un cupé cerrado al toque de un botón.
Desde que Gottlieb Daimler y Karl Benz dieron forma a sus primeros proyectos motorizados en 1886 han pasado 135 años; sin embargo, la estrella de tres puntas creada por el persistente Gottlieb sigue siendo la misma y la cruz de laurel colocada debajo en 1940 para subrayar la unión entre ambos apellidos sigue estando allí.
La firma ahora es una multinacional dedicada al mundo del automóvil, pero que no renuncia al principio original de crear alternativas de transporte que se muevan por tierra, aire y mar, tal como quería Gottlieb Daimler.
Donde quiera que haya una carretera, una autopista o una avenida, habrá un vehículo producido por Mercedes-Benz cruzándola con su estrella orgullosa en la cima del radiador (o de la parrilla). Frente al volante habrá un conductor también orgulloso, posiblemente junto a él estará uno o varios pasajeros satisfechos y desde algún lugar del firmamento sonríen esos héroes pioneros llamados Gottlieb Daimler, Karl Benz, Bertha Benz y Wilhelm Maybach.