La tecnología deportiva salva vidas en la Fórmula 1

Romain Grosjean puso a prueba los eficientes dispositivos pasivos que hacen parte de un monoplaza de Fórmula 1.
Por: Julián Afonso Luis / @JAL69
El pasado domingo 29 de noviembre el violento accidente del piloto francés Romaín Grosjean en el Gran Premio de Bahrein de F1 puso en vilo al ambiente del automovilismo y constató la validez de los numerosos sistemas de seguridad pasiva desarrollados a lo largo de los años para salvaguardar la integridad de los pilotos.
Grosjean es un veterano en la Fórmula 1, pues debutó en 2009. Sabía que 2020 sería su última temporada en la categoría y el GP de Bahrein iba a ser su antepenúltima participación, antes de cerrar con las citas de Sakhir y Abu Dhabi; sin embargo, el destino determinó otra cosa.
El Circuito Internacional de Bahrein es ampliamente conocido por Grosjean y le había regalado momentos memorables en su paso por la Fórmula 1. En Bahrein, el galo consiguió su primer podio y en 2016 logró un notable quinto lugar con su actual equipo, el Haas F1 Team, que entonces era debutante en la máxima categoría, siendo ese su primer gran resultado. Ahora el francés tendrá otra razón para no olvidarse de Bahrein.
Todo iba bien, hasta que…

Los aficionados, sobre todo los más jóvenes, no suelen tener una percepción clara del riesgo del automovilismo deportivo. Esa visión la comparten los pilotos de menor edad, quienes se han formado sin correr los riesgos que había en las pistas hace veinte, cuarenta o más años.
En todo caso, los expertos en seguridad de la Federación Internacional del Automóvil (FIA) saben que, aunque las cosas parezcan funcionar de modo normal e inofensivo, el riesgo siempre está allí y es enorme, debido a las inmensas capacidades que desarrolla todo vehículo de competición, en especial los de Fórmula 1 y, sobre todo, cuando por alguna razón todo se sale de control.
El domingo 29 de noviembre, Grosjean alineó su monoplaza Haas F1 VF20 en la última línea de la parrilla de largada, al lado de su compañero, Kevin Magnussen, quien tripulaba un auto similar.
En F1 y en el deporte a motor, los momentos más difíciles de una competencia (y los más emocionantes) suelen ser la largada y las primeras vueltas. En el primer caso, porque los autos arrancan desde la inmovilidad, todos a la vez y queda de inmediato patente su fantástica capacidad de aceleración instantánea.
En el segundo caso, porque todavía en las primeras vueltas, los autos van muy cerca y los pilotos aprovechan para ganar terreno frente a sus rivales, pues a medida que la competencia avanza y los autos se separan, es más complicado.
Lo anterior determina la dinámica del accidente en cuestión: tras largar bien desde la última fila, Grosjean intentó ganar posiciones durante las primeras vueltas. Así, se colocó cerca de Daniil Kvyat (quien había largado varias filas más adelante) e intentó en el primer giro un vehemente adelantamiento que ocasionó un toque entre ambos autos.
Debió ser un incidente normal de carrera, de los que habitualmente se solventan sin dificultad, pero esta vez se cumplió la máxima que más temen los expertos en seguridad; “todo iba bien hasta que…”.
Luego de tocar al auto de Kvyat, Grosjean perdió el control e impactó a 219 km/h con una barrera metálica de seguridad (guardarriel). La barrera se abrió y literalmente partió el auto en dos, provocando un derrame de combustible que enseguida se inflamó, levantando una horrible llamarada.
De la fatalidad al milagro

A simple vista, sobre todo para quienes llevan tiempo siguiendo las carreras, el accidente tenía todos los ingredientes para acabar con un saldo fatal, pero no fue así. Tras pasar día y medio en observación en un hospital de Manama, Grosjean recibió el alta médica y abandonó la clínica por su propio pie. Tal como escapó de los restos flameantes del auto.
Olvide el tumulto amarillista que generan estos eventos, porque el accidente de Grosjean no evidencia fisuras en los protocolos de seguridad de la FIA. Todos estos incidentes, al ser revisados, arrojan gran cantidad de elementos de mejora y debe ser así, porque como bien saben los especialistas, siempre la realidad puede superar la más acuciosa planificación debido a las enormes magnitudes en juego.
Ver a Grosjean abandonar el auto por sus propios medios pie y recibir pocas horas después el alta médica, muestra la efectividad que han alcanzado los protocolos de seguridad desarrollados para las carreras y luego aplicados a los autos de serie.
El fuego, por ejemplo, es uno de los peligros más temidos en el deporte a motor y en muchas otras áreas de la vida, por lo difícil que es controlarlo cuando se desencadena. Recordemos que los monoplazas de Fórmula 1 cargan 132 litros de combustible y las primeras imágenes sugieren que la gasolina se desparramó completamente, causando la ignición.
Sin embargo, según se supo, el único combustible que ardió fue el que había en las mangueras de suministro al motor. La mayor parte del combustible permaneció en el tanque y pudo ser drenado en los boxes.
Se estima que en el accidente se incendiaron solo unos cuatro litros de carburante y ello hará que el lector se pregunte el porqué de las enormes llamas; se deben a las altas temperaturas a las cuales funcionan los componentes de un Fórmula 1, en especial los sistemas asociados a las unidades de potencia: motor de combustión, baterías, sistemas de recuperación de energía cinética (ERS), etc.
El violento impacto de 53g partió el monoplaza en dos, pero la célula de supervivencia soportó estoicamente el golpe y el posterior incendio. El fuego fue sofocado en menos de medio minuto por el personal de emergencia, incluyendo el del Safety Car (auto de seguridad) que debe seguir al pelotón durante la primera vuelta para prevenir estos incidentes y llegar a tiempo si algo malo ocurre.
Un elemento que contribuyó a salvar la vida de Grosjean fue el sistema de protección, llamado “halo”. Hace tres años su introducción en los monoplazas de carreras generó grandes polémicas porque a muchos les desagradaba estéticamente y otros consideraban que atentaba con el espíritu de las carreras; sin embargo, desde su introducción en F1 y F2, el “halo” ha mostrado su validez y justificado los esfuerzos puestos en su desarrollo.
Uno de los pilotos que en principio se opuso al “halo” fue el propio Grosjean, diciendo que “todos sabemos que el automovilismo es un deporte peligroso y todos los que lo practicamos asumimos ese riesgo”.
La posición del piloto (aunque no fue compartida unánimemente por los pilotos y no fue aceptada por la Comisión de Seguridad de la FIA) fue por lo menos preocupante, pues el francés presidía la GPDA (la Asociación de Pilotos de Gran Premio).
Ahora, en sus primeras declaraciones públicas desde su lecho del hospital, Grosjean admitió haber estado equivocado y agradeció los esfuerzos puestos en crear el polémico dispositivo afirmando que “gracias a él, he salvado la vida”.
Vestimenta de alta tecnología

Todos conocemos los vistosos trajes y cascos de los pilotos, y nos hemos acostumbrado a verlos como emblemas de la frivolidad, gracias a sus cambiantes decoraciones y abundantes recursos publicitarios, Sin embargo, todos esos accesorios están concebidos para pesar muy poco, permitir la transpiración del cuerpo y soportar los estragos del fuego y el contacto con elementos cáusticos, corrosivos y tóxicos.
La vestimenta de Grosjean soportó estoicamente el pavoroso incendio durante medio minuto. Igual pasó con el casco, la balaclava y la ropa interior ignífuga. Solo los guantes y las botas presentaron puntos débiles. Una de las botas se chamuscó casi por completo y los guantes cedieron en el punto de unión con las mangas del traje ignífugo, en la zona de las muñecas. Ello causó ligeras quemaduras en las manos del piloto.
Además de vistosos, los trajes y cascos de los pilotos tienen muchas cualidades que debemos a la tecnología: son ligeros, transpiran bien y soportan con rigor estas exigencias.
Se puede decir que los protocolos de seguridad también funcionaron a la perfección. El auto de seguridad alcanzó de inmediato el lugar del accidente y ahí había otros comisarios, equipados con extintores que pudieron apagar el fuego casi de manera instantánea sin que se propagara.
La formación física también cuenta
El detalle más importante entre todos los elementos que hoy permiten a Grosjean saludar desde su lecho de convalecencia fue abandonar el auto por sus propios medios y no es un detalle banal.
Los protocolos de seguridad en F1 y F2 establecen que un piloto debe abandonar el habitáculo en un máximo de cinco segundos. Eso significa aflojar el complejo sistema de cinturones de seguridad, zafar el volante y levantarse del asiento para salir del auto, pese a la interferencia del “halo”.
Justo tales protocolos constantemente someten a los pilotos a esta prueba, en apariencia banal, pero cuya correcta y oportuna ejecución salva vidas.
Que Grosjean abandonara con presteza su célula de supervivencia mientras los efectivos de seguridad intentaban dominar las llamas, también se debe a otro factor: los pilotos hoy deben someterse a una preparación física atlética, que les permita soportar las violentas aceleraciones y desaceleraciones de un auto de competición. Eso permitió a Grosjean no desvanecerse tras el violento choque y tener la lucidez necesaria para escapar rápidamente.
¿Qué pudo haber pasado en caso de que Grosjean se hubiese desvanecido dentro del auto? ¿Habrían logrado sofocar los comisarios el fuego a tiempo para salvar al piloto? ¿Habrían podido extraerlo con presteza de haber sufrido una fractura grave? Es difícil responder esto, más allá de recordar que la actual posición semi-acostada que ocupan los pilotos en sus monoplazas obedece a muchos estudios fisiológicos que han demostrado que es la más segura.

Es cierto, hay elementos que pueden mejorar y la FIA los valorará de manera objetiva. Ahora luce patente la necesidad de incrementar aún más las normas de protección de la ropa de los pilotos y también parece oportuno solicitar a los pilotos del Safety Car y el Medical Car usar indumentaria ignífuga, en caso de que tengan que hacer rescates dentro de bolas de fuego.
También es obvio que en lo relativo a guardarrieles y su problemática aún queda por hacer, reconociendo lo mucho que se ha avanzado al respecto.
“El riesgo cero en el deporte no existe”, recordó el doble Campeón Mundial de Fórmula E, Jean-Eric Vergné, quien añadió que no se debe abandonar la actitud proactiva en pro de conseguir características de seguridad cada vez mayores.
Hace apenas tres años, cualquier piloto que hubiese vivido lo que vivió Grosjean, habría fallecido o sufrido grandes lesiones. El “halo”, por ejemplo, fue resultado del análisis de las causas y consecuencias del grave accidente sufrido por Jules Bianchi en el GP de Japón en octubre de 2014.
Aquel día, las graves heridas sufridas por el piloto en la cabeza causaron su muerte en julio de 2015 sin haber podido salir del coma. En 2020, el fuego y un guardarriel añadieron más elementos riesgosos, pero la cabeza del piloto estaba salvaguardada y lo que en 2014 habría sido un accidente fatal, hoy tuvo un desenlace diferente.
Romain Grosjean terminó su pasantía por la Fórmula 1 con un saldo de dos carreras antes de cerrar la temporada 2020, pero el incidente no será recordado como una fatalidad, sino como una nueva demostración de cuán efectivas son las actuales medidas de seguridad en las carreras. ¿Lo mejor? Esta experiencia puede aplicarse (y se aplicará) a la fabricación de los autos de serie.